Publicada en Patria y Pueblo – Año 9 – N° 47 – Noviembre 2013
En Marcos Juárez, provincia de Córdoba, las primeras figuras de las cinco listas más votadas en las PASO expusieron su posición sobre distintos temas, dando prioridad, por las características de la zona, al tema agrario. Como era de suponer, Schiaretti, Aguad, Baldassi y Ruitort rivalizaron en halagar a los productores agropecuarios, a un grado tal que si no supiéramos que ese sector es minoritario (incluso ínfimo, numéricamente) en el padrón electoral, podría creerse que es mayoritario; o que en la Argentina rige el voto calificado y el que pone en la urna el titular de un agronegocio vale un millón, contra el valor simple del voto de Don Naides, los etcétera, el populacho pobrón. No siendo así, sólo cabe la conclusión de que la influencia política de las patronales agropecuarias es de una magnitud mucho mayor, lo que a su vez nos lleva a las ideas impuestas a todo el país por el dominio cultural de la Argentina agraria nacida del maridaje oligárquico con Inglaterra.
Según Schiaretti, el agro es “la gallina de los huevos de oro” y “en lugar de cuidarla, la quieren matar”; también fabularios, Baldassi lo llama “el tractor del país” y Aguad dice que a ese tractor (de los huevos de oro) “le han metido la mano en el bolsillo”. Ruitort, por su parte, incita al gobierno a “amigarse con el campo” –bien se la llamó, en estos días, “De la Sota, con pollera”–, a bajar retenciones y devaluar el peso, ya que el dólar estaría “artificialmente bajo”. Imposible imaginar mayor unanimidad, como se puede ver, en “el partido único neoliberal cordobés”. Sólo Scotto aportó al público una opinión disímil, más ajena a los mitos del país agrario, empeñada en conectarse con la argentina real y el interés general del pueblo argentino. Hablando, por ejemplo, del crucial asunto del “agregado de valor en origen”, soslayado por los demás y clave para advertir cómo nos encontramos (y tomamos partido) ante una oposición de modelos que divide “al campo” y a ciertos sectores menos visibilizados –su cobardía política los lleva a callar y poner en riesgo su propia sobrevivencia– de la agroindustria, que difícilmente podrían subsistir si fueran satisfechas las conocidas demandas de la Mesa de Enlace, que los neoliberales de Córdoba y el país se empeñan en apañar, constantemente.
No es fácil elegir, entre el horror de las propuestas. Una devaluación, aunque Ruitort lo silencie, es un ataque directo al poder adquisitivo de las mayorías, una transferencia de ingresos desde el pueblo hacia los exportadores, y en términos más generales del ahorro argentino hacia la especulación y los pulpos del capital financiero. Siempre lo ha sido, y de allí el fervor oligárquico por la receta, desde la “revolución libertadora” en adelante. La eliminación o baja en las retenciones a la exportación, por su parte, no sólo implica alinear los precios del consumo interno (la mesa de los argentinos) al valor internacional sino el encarecimiento (y en algunos casos, la transformación en inviables) de los costos de la agroindustria, que abarca ramas tan importantes como la molienda de granos y su transformación en harinas y alimentos balanceados, base esta última para la producción avícola, la de carnes en general (estamos creciendo en producción de cerdos, donde hay un gran desarrollo posible, ya que se parte de una base exigua), la de biocombustibles, etc. La tan mentada previsibilidad de negocios que exigen inversiones más cuantiosas y arriesgadas que las que plantea la mera producción de granos debiera ser prioritaria para el país (y una política de Estado, en consecuencia), aún sin atender a otros datos, que a continuación damos, para no menguar la cuantía de las retenciones.
Pero, además ¿alguna cifra apoya la idea de “una gallina de los huevos de oro”? Por otra parte, si así fuera ¿es razonable eximir de impuestos al feliz dueño de esa gallina, que le permite el lujo de no trabajar? Este es el punto, precisamente. Por que la producción del agro, en la Argentina, siempre se ha basado en la renta diferencial, un maná derivado de la fertilidad natural del suelo pampeano, que permite costos muy inferiores al promedio mundial, sin incorporar trabajo de un modo intensivo. La contrapartida, que olvidan premeditadamente los cuatro exponentes del “partido único neoliberal de Córdoba” (con sus congéneres de todo el país), es la bajísima ocupación de mano de obra (para peor los dueños de la dichosa gallina mantienen “en negro” al 80 % de los trabajadores rurales) y consiguientemente su casi nulo aporte al sistema previsional, cuyo sostén queda a cargo del “resto” del país ¡En ese marco, como si fuese poco, los terratenientes rehúsan pagar al Estado un impuesto inmobiliario rural actualizado y los Schiaretti-Aguad les ayudan a eludir esa mínima contribución congelando el valor de sus propiedades a la estimación vigente en 1992, mientras la propiedad urbana, sin huevos de oro, las ve actualizarse en sólo tres años más del 300%!
Ahora bien, si las retenciones vigentes sirven para estimular la agregación de valor a los granos y desalentar su exportación como “commodities”, nadie impide a los productores de granos emprender la tarea de transformar esos granos en productos elaborados y, por el contrario, hacerlo permite –hasta “La Voz del Campo”, también llamada “La Voz de Monsanto”, lo dice así – ganar más dinero. Es algo perfectamente posible, por medio de asociaciones, si el capital individual no fuese bastante. El único “inconveniente”, que al perecer disuade a la mayoría del sector identificado con “el campo”, es que se pasa de la especulación y la renta a la producción industrial, que implica trabajo y empleo de mano de obra, renuncia al parasitismo y la ocupación ocasional por parte del productor. Dicho en criollo: ganar más, pero trabajar todo el año y olvidarse de jugar “al dominó y el tute, con los amigos del pueblo” nueve meses del año. Personalmente, creo que la furia rural contra las retenciones es, ante todo, odio a la crítica del parasitismo agrario y el estilo de vida actual del “productor”, que está en las antípodas de los duros tiempos de “Grito de Alcorta”, tan mentado como distante para figuras como Buzzi o Alfredo de Angelis.
Sólo cabe decir, junto a María Inés González, en Radio Tortuga: “¿gallina de los huevos de oro, para quién? ¡¿para nosotros?!”
Muy bueno Aurelio, una descripción con la que concuerdo en un 100%.