Publicado el 08 de marzo de 2013 en aurelio-arga.blogspot.com (*)
La palabra deposición tiene en la lengua un doble significado, ya que puede nombrar tanto a una declaración como a la expulsión de excrementos. En el caso de Binner y sus dichos sobre Chávez y sus simpatías hacia Capriles, tomarla como deposición sería un modo de unir esos contenidos, que ocupan a disciplinas tan distantes entre sí como la retórica y la bioquímica. Por supuesto, los que no pueden ver con humor el tema, como el poco lozano Claudio, tratan de adquirir la habilidad de los gatos para enterrar las heces y que se borren ya los efectos de la binneriada, que ha puesto en claro qué gustos tiene el jefe del FAP. Es tarde: el país sabe que Binner, como la socialdemocracia europea, vota por Capriles y abomina a Chávez, mal que les pese a los que ordeñan al chavismo en nuestros suburbios.
Es el problema del “izquierdismo” rosa, que aunque se vista de seda es raigalmente antiperonista, hasta el punto de preferir, como líder, a un tipo tan gris y conservador, en todo sentido, como el adversario (un sepulcro blanqueado no usa “enemigo”, jamás) del “populismo”. Sin antiperonismo no se explica tanto desnorte y, como se sabe, el antikirchnerismo es una variante de esa zoología.
Seamos claros: sólo la estupidez de Ricardito Alfonsín y su alianza ruinosa con de Narváez, impidió que Binner y tras él, Lozano, cerraran filas con la UCR, en las últimas elecciones ¡otra vez! Pero al fin de cuentas, es natural…en Binner y ese “socialismo” tan mustio, tan alejado de los que fueron ideales de redención de las clases trabajadoras, allá en los comienzos del siglo XX. Pero, Solanas y Lozano, más los “Libres del Sur” y otras yerbas menores, dicen estar “a la izquierda” de Cristina, en una línea más radical, que se presume chavista.
Bien dicho. Se presume. En los hechos, lo muestra toda la práctica parlamentaria y lo terminan de probar los amagues frentistas de Pino y Lilita, la lógica que preside sus alineamientos políticos es la misma que, con Menem enfrente, “justificaba” la Alianza, el voto a De la Rúa. Esa lógica (les guste o no) deriva de transformar en “enemigo principal” al proceso abierto en el 2003, con la asunción al gobierno de Néstor Kirchner. Pero sólo un lunático puede trazar un signo igual entre la política menemista y la que sostienen ahora los presidentes aliados al chavismo bolivariano. De lo cual es posible llegar a una conclusión: era ridículo liquidar al menemismo en base a la “táctica” de votar a De la Rúa, a quién otros veíamos como más de lo mismo, aunque con gran indulgencia podíamos “comprenderlos” ; pero no cabe hoy que prefieran a Binner, que está notoriamente (vamos a ser muy generosos con aquél) a la derecha del gobierno, muy por debajo del proyecto encarnado por Cristina Kirchner.
Y somos benignos, hasta el exceso. Por que como el propio Lozano dice “detrás de él (de Capriles) está el viejo sistema político venezolano (en el caso argentino, decimos nosotros, lo mismo puede decirse de Binner) que jamás pudo darle una respuesta al pueblo”. Esa es la verdad concreta, para la oposición al kirchnerismo de “izquierda” y derecha. Todas las limitaciones del proceso en curso no modifican el dato central de que preside el país una política nacional que, aun sin alcanzar una coherencia y profundidad que nos permita hablar de liberación nacional, ha enfrentado y enfrenta a los núcleos de poder económico concentrado y al imperialismo mundial, que odian al gobierno y buscan su ruina.
La parábola de Lilita Carrió, en doce años, desde las denuncias antisistémicas a la derecha dura, es la misma parábola que aguarda a Pino y toda su tropa, y que cumplió en la patria de Hugo Chávez el trotskista Petkoff, cuyo enfrentamiento al bolivariano lo tornó irreconocible para sus antiguos compañeros de la guerrilla venezolana.
Es el destino de la “izquierda” que aborrece del populismo, pretextando sus impurezas. Hundirse en el fango, acumular servicios “involuntariamente” prestados al imperialismo y los capriles que le sirven en el mundo colonial y semicolonial. De ningún modo puede construirse, desde allí, algo que supere los límites del nacionalismo usual.
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