Nota publicada en Patria y Pueblo N° 55 – setiembre de 2015
Diversas entrevistas, visibles en las redes (La Nación y Clarín promueven sin pudor a la “izquierda” cipaya, para usar sus dislates contra el movimiento popular real) prueban que el triunfo de Nicolás del Caño en la interna del FIP nada renovará, en el infantilismo ultraizquierdista. Trotsky los llamó, con indignación, imbéciles (1); a pesar de aquello, se dicen “trotskistas”. Probaremos usando una mayor amabilidad, intentando extremar los recursos explicativos, con paciencia oriental. Veamos: sin mucho estudio, sólo mirando a quién votaron los vecinos de Recoleta (esa excrecencia porteña, eterno sostén del interés antinacional, afrancesada y enferma de repugnancia a lo popular, que se hizo eco, hace unos meses, del atentado parisino y armó un pasacalle con la leyenda Je suis Charlie Hebdo a Buenos Aires) y comprobar las preferencias de la Sociedad Rural y el gran capital, para no hablar del embajador norteamericano, cualquier argentino llegará a la conclusión de que Scioli y Macri no son lo mismo. Si el argentino es un marxista, no un marciano, sabrá, además, que hay en el país clases sociales, y que el antagonismo electoral –tiene a mano los datos, en la página web de la justicia electoral, de los votos obtenidos por cada uno de aquellos en Barrio Norte y la Matanza– pone de manifiesto una divergencia de simpatías que está hablando de los antagonismos sociales, refleja un momento de la lucha de clases; en la que son visibles, como constantes de la Argentina, dos bloques opuestos, cuya presencia sólo puede ignorarse si la lucha por el poder es sustituida, obedeciendo a prejuicios, por acciones dirigidas a captar el apoyo de una minoría marginal de pequeñoburgueses “progresistas”, flechada por abstracciones y adicta al “moralismo antiburgués” de raíz anarquista; todo lo cual termina en la colaboración con la derecha antinacional –al dividir los votos del campo popular– y esteriliza los esfuerzos de una militancia digna de mejor causa, al disociar “la vanguardia” de las grandes masas, desconocer la presencia de una cuestión nacional y abandonar a las mayorías a su propia suerte, considerándolas presas de un extravío perpetuo, del vicio de votar a los “partidos patronales” (2).
Es significativo, no obstante, que los grupos ultraizquierdistas expresen al mismo tiempo la ilusión de ganar votos en la base del k, esperando su “desilusión”. Lo que prueba sus coincidencias con la visión oligárquica en cuanto a la “demagogia” exitosa del “populismo” que, según su sabiduría, no expresa “verdaderamente” a los sectores que lo sustentan, y se sostiene, en cambio, en su aptitud para embaucar al pueblo argentino (o, lo que es lo mismo, lo admitan o no en esos términos, en la predisposición del pobrerío a comprar espejitos, por su falta de educación, dirán los sarmientinos sin mucho preámbulo, o por su “inmadurez” como clase, dirán los “marxistas”). No se trata de una chicana; reflexionemos. Caso contrario, ¿por qué, si Macri es lo mismo que Scioli, no especularían también con “la desilusión” de los macristas? La respuesta es obvia: pese al subterfugio que los desnuda como secta, no son psicóticos, no han perdido el contacto con lo real y saben, a pesar suyo, que la derecha política y social oligárquica pugna por aplastar al movimiento real del pueblo argentino y aunque los use y les otorgue plateas en los medios a cuanto Altamira y del Caño quiera hablar mal de Scioli y el kirchnerismo , está en las antípodas de las ideologías de izquierda; aunque aborrezca mucho más y nos ignore en sus diarios y canales, a los marxistas nacionales. Es un honor que sea así: somos firmes aliados del nacionalismo burgués, como expresión actual de las grandes mayorías y ariete de las mismas contra el enemigo principal, oligárquico-imperialista.
En estas elecciones el caballito de batalla del FIT y demás sectas es el “derechismo” de Scioli, una aserción nacida, en realidad, en las filas del llamado “núcleo duro” k, durante la interna clausurada por CFK). Es un pretexto viejo, para ignorar la responsabilidad de unir a los argentinos en la lucha por derrotar al bloque oligárquico. En anteriores ocasiones, ¿no decían acaso que Néstor o Cristina Kirchner también “eran lo mismo que los demás candidatos del poder económico” (3)? Nada ha cambiado, con el juvenil rostro que lleva a los caños. Queda claro, hoy, como ayer, que la frase remanida de Scioli y Macri son “matices”, pero “para el pueblo trabajador son lo mismo” (4), es la justificación de un electoralismo sectario –objetivamente funcional a los planes de la derecha–, un ardid destinado a restar votos al campo popular, diciendo lo contrario de lo que su propia táctica desnuda como creencia, descalificar a las fuerzas que defienden el desarrollo con inclusión social y soberanía nacional, confundir a los votantes sobre qué se juega en estas elecciones y desconocer los peligros que implicaría un triunfo oligárquico-imperialista.
Córdoba. 25 de Agosto de 2015
(1) Ver a Trotsky en http://www.formacionpoliticapyp.com/2014/12/el-ultraizquierdismo-y-la-cuestion-nacional/
(2) La riqueza del marxismo para caracterizar a las fuerzas políticas ha cedido el lugar, en el PO, PTS y demás sectas, a una jerga “sindicalista” que reduce la lucha política revolucionaria a un ultimatismo reivindicativo, con un “obrerismo” “antiburocrático”.
(3) Vilma Ripoll, que más allá de las internas del ultraizquierdismo representa el mismo punto de vista, sostuvo ante “La Voz del Interior”, en el 2003, que en la segunda vuelta votarían en blanco, ya que Menem y Kirchner “eran lo mismo”.
(4) Reportaje a del Caño, en http://www.lanacion.com.ar/1815300-nicolas-del-cano-vamos-a-pegar-un-salto-somos-la-renovacion
En mi juventud husmeé por todos los sectores en que pude hacerlo, no era fácil por la represión de la dictadura, y ahí, esos tiempos, era fácil darse cuenta del sectarismo de la ultraizquierda, incluso se dirigían al peronismo identificandolo con lo popular, y lo hacían con cierto desprecio.