Publicada como volante en junio de 2006, entre compañeros.
Para que nadie falte entre sus nuevos admiradores, Menem ha declarado que Lavagna sería “un buen candidato”. Con una impudicia que ya no sorprende, todos los que atacaban al ex Ministro durante su gestión se apuran para elogiarlo, ahora, en tanto aparez-ca como rival de Kirchner. Para estos personajes, poco o nada importan los argumentos de Lavagna; hasta puede servirles que mantenga el discurso de un defensor “serio” del interés nacional. Será más útil, de ese modo, para arrastrar a los distraídos hacia el frente opositor, haciéndoles creer que se pretende hacer la política del gobierno…sin “excesos”. Cuando sea evidente que la estrategia neoliberal los ha engañado, habrán sido útiles para hacerle al país varios goles en contra. “Será tarde, habremos ganado”, piensan.
Ha ocurrido en otras ocasiones ¿hacen falta fechas?
Lavagna y sus mentores, Alfonsín y Duhalde, son demasiado astutos para ignorar quienes serán los beneficiarios de cualquier acción que busque socavar al actual gobierno. No existe ninguna posibilidad de que el debilitamiento de Kirchner pueda abrir paso a una gestión que, sustentada en los restos del poder duhaldista y las raleadas filas del hombre de Chascomús, ofrezca al país una nueva versión de política nacional, más “moderada”, más acorde con el gusto de la burguesía “nacional”, que considera extremista la dignidad frente a Bush de la Cumbre de las Américas y, en lo domestico, no puede tolerar el menor intento de redistribución del ingreso y condena como “setentista” la idea de profundizar el curso abierto en un sentido popular latinoamericano y devolver al Estado un rol estratégico en la economía del país. El ex ministro, que conoce a su público, les habla justamente de un “presidente setentista”, pecado que merece…volver a Videla y Martínez de Hoz.
No en vano Lavagna apunta directamente a Chávez, usando el lenguaje de la provocación imperialista, que califica de “patota” el protagonismo popular y juzga insolentes a quienes se atreven a defender con firmeza el interés de su patria. Los beneficiarios del modelo instaurado con el golpe de marzo del 76, que conservaron el poder por la capitulación de Alfonsín y prosiguieron gobernando con Menem y De la Rua, festejan al advertir que el ex Ministro de Duhalde y de Kirchner, uno de los artífices de la recuperación económica, se disponga a poner todo su talento y el prestigio ganado como economista que sirvió al interés nacional, al servicio de los que fueron sus implacables críticos cuando defendía con Kirchner a un país acorralado por el capital financiero y los centros imperialistas.
Ahora lo quieren ¿quién habrá cambiado? Adivina, adivinador.
Es lamentable. Solo nos queda señalar su deserción y advertir al pueblo que, sean cuales fueran los errores o limitaciones de nuestro gobierno, estamos frente a una acción que sólo favorece a los designios del núcleo fundamental del poder oligárquico imperialista, que succionó la sangre de todos los argentinos desde el sangriento golpe del 24 de marzo, liquidó nuestras industrias e hipotecó al país, hasta llevarnos a la crisis terminal del 2001. No habrá una opción “intermedia”, ya que no cabe entre los bloques fundamentales que oponen a la Nación y al sistema de fuerzas que vive de la succión de la renta de los argentinos.
No queremos ser alarmistas. Los impulsores de Lavagna, que desean hacer del ex Ministro una tabla de salvación de su ruina política, Alfonsín y Duhalde o el Doctor Menem y otros que se preparan para “rodearlo y respaldarlo”, alertarán con su presencia al pueblo argentino y todos veremos que el ex Ministro tiene ahora amigos de larga trayectoria entre los victimarios del país y se hará sospechoso por vincularse con ellos. Pero no cabe dormir con descuido, pensar que la maniobra fracasará sin que hagamos algún esfuerzo por denunciar la irresponsabilidad de los políticos desplazados, cuyo rencor e inconsciencia los lleva a buscar la pérdida de poder del actual gobierno y presionarnos con el fantasma de una amenaza velada de retorno al caos y la represión social.
El pueblo argentino quiere vivir. Algunos mezquinos pretenden el privilegio de ser los exclusivos beneficiarios de la recuperación, ignorando, entre otras cosas, que no fueron ellos quienes pusieron fin al modelo neoliberal. Debemos impedir que la voracidad y la frivolidad de las clases pudientes, a las que quiere expresar el bloque político desplazado, terminen creando el clima necesario para que caigamos otra vez en manos de los poderes internos y externos que destruyeron la riqueza. Pensamos particularmente, al formular la advertencia, en el empresariado pequeño y mediano que vive del país, pero cae más de una vez en la conducta suicida de olvidar quiénes son sus reales aliados, ignorando las experiencias amargas que nos empobrecieron a todos.